Tener la responsabilidad da miedo.
Pero sólo da miedo cuando nosotros mismos nos hacemos responsables.
Cuando alguien más nos hace responsables de algo (nuestros papás, nuestros profesores, nuestros jefes) tenemos una salida, siempre. "Yo no quería", "yo no soy bueno en esto", "me obligaron", "qué pérdida de tiempo" y mil excusas más. Si queda mal...de por sí no era yo el que quería eso, era alguien más.
Cuando escogemos ser responsables sí da miedo. ¿Y si fallamos? Ya no tenemos salidas, ya no nos podemos escoger. No nos gusta. Por eso no escogemos, no comenzamos, no hacemos - para no tener que hacernos responsables.
El problema es que nunca escoger y nunca comenzar también es una decisión de la que somos responsables y sobre la que vamos a tener que rendir cuentas en algún momento.
Y ¡ojo! Es importantísimo entender que ser responsable no significa "siempre tener éxito"; ser responsable es asegurarse de darle con ganas, de dirigir nuestros talentos, atención, recursos y buenas intenciones a esa cosa que escogimos. Puede ser un trabajo del cole, una pasantía, una propuesta para mi jefe, un emprendimiento, un hábito o una relación. Si yo lo escojo, soy responsable.
Da miedo, claro. Pero ser responsable es la única manera de avanzar, de crecer, de aprender y de aportar.
Y sí, aún cuando tenemos jefes tenemos que escoger hacernos responsables. Una orden de una figura de autoridad puede generar acción, pero jamas puede falsificar el sentimiento de "responsabilidad".
Nadie está esperando que seamos exitosos siempre, sino que escojamos responsabilizarnos por el proceso, por tratar de mejorarlo, por tratar de aprender y por tratar de mejorar las experiencia para todos.
El primer paso para confiar en nosotros mismos y que otros confíen en nosotros es escoger la responsabilidad.
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